La relación de Estados Unidos y China se ha instalado
en una peculiar paradoja, al menos a nivel tecnológico. Todos aquellos campos donde el país norteamericano tenía una nítida ventaja sobre el asiático, como la IA, han entrado en disputa. La hegemonía de Estados Unidos ya no es tan nítida como antes. Y cualquier intento por coartar el crecimiento de China redunda en su contra.
Tomemos como ejemplo a NVIDIA,
el campeón de las tarjetas gráficas para IA que ha crecido como la espuma durante los últimos años gracias a su preeminencia en el mercado. Cuando la Administración Trump
decidió vetar la venta de sus H20, H100 y H200 en abril, Jensen Huang, CEO de la compañía, miró con preocupación su balance de cuentas: China
representa el 13% de todas sus ventas.
Apartar a China de la ecuación perjudica a NVIDIA,
cuyo futuro reside en buena medida en el país asiático. Pero facilita que China, como sospecha EEUU, utilice su tecnología para
aplicaciones militares. Sucede que la alternativa es peor: si EEUU establece un cordón sanitario tecnológico en torno a China, se arriesga a que China desarrolle de forma extraordinaria sus capacidades IA. Huawei y su
creciente competencia a NVIDIA es el mejor ejemplo.
Lo hemos visto en el pasado: un "
momento DeepSeek" que
sacuda los cimientos de la industria IA tal y
como la conocíamos, esto es, dominada y dictada por las empresas estadounidenses. En el camino, NVIDIA y Estados Unidos deben navegar unas aguas turbulentas. O bien seguir alimentando uno de sus mercados más provechosos en materia tecnológica... O bien vetarlo, pero recoger los frutos
a cinco años vista, cuando China ya mire de igual a igual a EEUU en todas las áreas.
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