Medio mundo no acaba de verle sentido o futuro a la inteligencia artificial, pero quien sí se lo ve es la Real Academia de las Ciencias Sueca. Esta semana hemos visto cómo tanto el
Premio Nobel de Física como el
Premio Nobel de Química han ido a parar a avances totalmente centrados en la inteligencia artificial.
En una IA menos efectista, eso sí: lo que ha premiado la Academia han sido proyectos más ligados a la investigación que a nuestro día a día. En el caso del galardón en el campo de la física,
John Hopfield y Geoffrey Hinton han sido premiados por sus contribuciones en el campo del aprendizaje profundo y las redes neuronales. En el de la química, por las contribuciones que
Demis Hassabis y John M. Jumper han hecho a la predicción de la estructura de las proteínas mediante su
singular modelo de IA, AlphaFold.
La polémica siempre ha acompañado a los Premios Nobel, y esta edición no ha sido una excepción. Premiando la IA,
el Nobel parece haberse convertido en un concurso de popularidad, pero es que siempre lo ha sido. Estos galardones son además un
inesperado triunfo para Google, que puede sacar pecho como máximo exponende de esa "IA científica" gracias a su división DeepMind.
En el otro lado, por supuesto, está la controversia: tanto Demis Hassabis, de DeepMind, como Geoffrey Hinton, exinvestigador de Google, precisamente han sido premiados por algo
contra lo que ahora advierten: la IA.
Sus trabajos tienen muy en cuenta el hecho de que esta disciplina plantea riesgos importantes. El propio Hinton ha ironizado sobre ello
lanzando un puñal a Sam Altman, lo que parece dejar claras las diferencias de criterio entre estos investigadores y emprendedores como Altman, que están demostrando una descomunal
—y quizás peligrosa— ambición.
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