Tesla nos prometió tener un robotaxi sin humanos, pedales ni volante. Sus primeros viajes
los ha hecho con humanos, pedales y volante. Es la
enésima promesa rota de Elon Musk, que lleva más de una década hablando de cómo los coches autónomos conquistarán el mundo y nos llevarán de un lado a otro de forma segura. Seguimos sin alcanzar ese hito, pero Tesla dio un paso al frente con el debut de sus robotaxis en Austin, Texas. Un debut, por cierto, agridulce.
Por un lado, todo hay que decirlo, este es un primer paso importante para esa ambición en Tesla. Pero por el otro, que de momento pesa mucho más, el lanzamiento
está siendo muy decepcionante. Para empezar, solo pueden circular en espacios muy concretos de la ciudad, y solo han podido viajar en ellos fans de la compañía. Y para terminar, ni viajan solos –mantienen un supervisor en el asiento del copiloto–
ni han eliminado el volante y los pedales, algo que no formaba parte del diseño en la versión de demostración de sus robotaxis.
Los reguladores de EEUU no le están poniendo las cosas a las empresas que quieren poner en marcha sus servicios de robotaxis —
que se lo digan a Cruise—, pero es que en Europa Tesla lo tiene aún más difícil. Su sistema de asistencia a la conducción, Full Self-Driving (FSD) sigue sin estar aprobado en el viejo continente, pero la compañía no para de ponerlo a prueba en el
caótico tráfico de Roma o
de París.
Y mientras lo siguen intentando, hay dos claras amenazas para el futuro de los robotaxis de Tesla. La primera,
la obvia: Waymo está convirtiéndose en un servicio cada vez
más fiable y llamativo en Estados Unidos. La segunda, más preocupante aún,
es la de China, que no para de avanzar también en este campo y dispone ya de prometedores servicios de robotaxi.
Con todo y con eso, Tesla sigue teniendo muchas cosas a su favor. Para empezar, la empresa
no depende de nadie: usa tanto chips de IA como software propio para la conducción autónoma de sus vehículos. Y para terminar, sus algoritmos están evolucionando constantemente gracias al caudal de datos que proporcionan los conductores humanos de Tesla.
Kilómetros y kilómetros de sabiduría que teóricamente deberían servir para que las máquinas se saquen el carné de una vez por todas.
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