Me siento absolutamente incapaz de componer una canción. Un momento, no. He utilizado el tiempo verbal incorrecto. Me sentía incapaz. Esta semana
he descubierto Suno.ai, y de repente me siento un poco como Ed Sheeran o los Beatles. O como C Tangana. O como Beethoven. Puedo componer música de cualquier género sin apenas esfuerzo. Y puedo hacerlo gracias a la IA. Maravilloso… ¿o no?.
Lo que se logra con Suno.ai y un pequeño prompt es sencillamente asombroso, sobre todo si uno añade letras a la música. Afinando (guiño, guiño) un poco no parece difícil componer algo que suene a éxito radiofónico, y eso da miedito. En primer lugar, porque le hace a uno darse cuenta de que igual componer música no era tan difícil. Y en segundo, porque quienes más asustados deben estar son los músicos y artistas.
Estos, como sucedió antes con el mundo del
arte, la
programación o la
literatura, le han visto las orejas al lobo. De hecho, esta semana más de 200 músicos y artistas se han unido para firmar una carta abierta en la que avisan de que la IA "
sabotea la creatividad de los músicos" y avisan de cómo "algunas algunas de las empresas más grandes e importantes están, sin permiso, usando nuestras obras para entrenar modelos de IA".
El mensaje es lógico: la industria musical siempre ha protegido su negocio de forma férrea, y ahora tanto a ella como a los artistas se les presenta una amenaza enorme: la de que cualquiera —tú y yo incluidos— pueda componer una canción que tenga su encanto.
No es difícil lograrlo, y eso hace que de repente los cimientos de una industria musical privilegiada —solo nosotros podemos hacer música que te guste— estén temblando, como tantos otros, ante una tecnología que parece demostrar que la creatividad —al menos,
cierto tipo de creatividad— no era coto privado de los seres humanos.
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